José Luis Cabezas, reportero gráfico de la revista Noticias, fue asesinado porque se atrevió a apuntar su cámara para mostrar el rostro de Alfredo Yabrán. Yabrán era un poderoso empresario que había crecido haciendo negocios ilegales con la corrupción del menemismo. Un gobierno al que el poder actual pretende reivindicar al punto que algunos de sus funcionarios vuelven a ocupar lugares estratégicos en el Estado. El más emblemático es el de Rodolfo Barra, ícono de aquella corruptela que hoy es Procurador del Tesoro.
Cabezas fue asesinado por hacer periodismo. Su muerte pretendió ser un mensaje a todo el periodismo argentino y poner un límite: no se puede molestar al poder.
Hoy se pretende imponer ese limite con otros modos. Algunos sueñan que las redes sociales harán desaparecer al periodismo. La dictadura del código binario se disfraza de una falsa transparencia que oculta un nivel de desinformación alarmante.
En nombre del equilibrio fiscal se atenta contra la sustentabilidad del periodismo sin embargo el dinero público invertido en redes sociales sí aumenta. Así nos encontramos que se financia con dinero público a dos empresas trasnacionales. Empresas dueñas de las redes sociales que usan el trabajo de los periodistas para aumentar su tráfico de usuarios pero no pagan por esa labor.
El empeoramiento de las condiciones laborales, el achicamiento de la diversidad informativa por la concentración informativa, el ataque a los medios públicos: todo este combo apunta en la misma dirección del arma que asesinó a Cabezas. No quieren que haya un periodismo que moleste al poder.
En este contexto, hoy más que nunca reafirmamos que el compromiso con la información de nuestro compañero José Luis Cabezas es lo que da sentido al periodismo.
Por eso volvemos a decir nuevamente: ¡¡No se olviden de Cabezas!!
